domingo, 25 de abril de 2010

La paz sí es posible... si los árabes la quieren de verdad

En toda democracia real la soberanía y los poderes del estado dimanan del pueblo. Como todos sabemos, Israel (Medinat Yisrael, que es su nombre oficial -como el de España es Reino de España-) es el estado judeo, el estado hebreo, y, más concretamente, el único estado judeo del mundo. Por eso, no se entiende bien, desde el punto de vista democrático, cómo es posible que los árabes a los que Israel concedió la nacionalidad desde su fundación, que representan más o menos el 20% de la población del país, tengan derecho a voto en las elecciones generales. Nadie duda de su derecho a votar en las elecciones municipales, para decidir los temas más inmediatos y "hogareños" (de hecho, hay actualmente muchos alcaldes de localidades israelíes que son árabes -el caso más paradigmático es Nazaret-). Pero concederles el derecho a voto en las elecciones estatales o generales no tiene sentido democrático, precisamente porque la soberanía y poderes del estado de Israel dimanan del Pueblo de Israel, el Pueblo Judeo.

Por eso mismo, además de gozar de derecho a voto en las elecciones generales los judeos de pasaporte israelí (aunque residan en el extranjero, y siempre que estén al corriente de pagos con el erario público), deberían gozar del mismo los judeos de otras nacionalidades (residan o no en Israel), siempre que contribuyan a la caja pública israelí igual que un nacional judeoisraelí, en función de sus rentas.

De ese modo, en el parlamento israelí estarían representados todos los israelitas (=judeos) que, teniendo o no nacionalidad israelí, y residiendo o no en territorio israelí (incluidos los territorios de Judea, Samaria y Gaza, aunque en este último ya no hay judeos, debido a la intransigencia árabe y europea), contribuyan al sostenimiento del mismo, de acuerdo con las leyes tributarias fijadas por el estado.

La participación de los árabes se circunscribiría a los asuntos internos, domésticos, municipales, inmediatos, gozando, como hasta ahora, de los mismos derechos que el resto de israelíes: libertad religiosa, de movimientos, de libre empresa, a la propiedad privada, etc. E incluso dándoles la oportunidad, dado que son árabes (oriundos de Arabia), de permitirles marchar a otros países, incluso de soberanía árabe y/o musulmana, con pérdida (eso sí) en éste último caso (si se van a residir a un país árabe y/o musulmán) de su nacionalidad israelí.

Todo lo comentado permitiría incorporar al estado, dotándoles de nacionalidad israelí, a los árabes apátridas que se encuentran en Israel, es decir, los de Judea, Samaria y Gaza, dándoles, por supuesto, la misma oportunidad que a los antes mencionados de marcharse al país que quieran, incluso de soberanía árabe (Jordania, p.e.) y/o musulmana (la República Islámica de Irán). Se acabaría así con su condicíón de apátridas y refugiados, a la que durante décadas y décadas les han sometido sus "hermanos" (que no amigos) de los vecinos países.

Sería el paso final hacia la paz de la zona, y hacia la plena integración de todos los árabes de Israel, permitiéndoles gozar de la paz, prosperidad y libertad del único pais judeo del mundo. Sería, además, una lección a los países árabes y/o musulmanes de la zona, demostrando que, a diferencia de lo que hicieron ellos con los judeos residentes en sus territorios, Israel no expulsa del suyo a los árabes por motivos políticos, sino que los integra y los respeta.